Soy Laura Portigliatti, cocinera y pintora. De La Redacción De Copete - Octubre 2021.
Llevo
tantos años alternando de manera comprometida estas vocaciones que ya no podría
definir si soy una pintora que cocina o una cocinera que pinta. Simplemente, el
resultado de la fusión de ambas. Cada una de ellas fue interactuando para
convertirme en quién soy hoy. Y en cada una de mis facetas me siento artista.
Vivo, pienso, siento y actúo como tal…
La
pasión por la cocina y por el arte, como suele suceder, tiene su raigambre en
mi infancia.
Cocino
desde que tengo uso de razón. Primero de manera lúdica, bajo el paraíso de la
casa de mis padres, en la cocina de mamá, junto a mis abuelas. Más tarde en mi
propia cocina, frente a desafíos personales; hasta que decidí profesionalizarlo
ingresando a la escuela de cocina. Tuve un catering gourmet, escribí un libro
que permanece agotado, dicté clases de cocina y me desempeñé como asesora
gastronómica. Mi marca PORTIGLIATTI®
tiene perfil en redes sociales, desde allí busco construir memoria afectiva a
través de aromas y sabores, y reivindicar el espacio vivencial de la mesa
compartida.
Como
cocinera estoy convencida de que la cocina es un espacio creativo-terapéutico,
pero también una de las herramientas de comunicación más poderosas con las que
contamos. La cocina es herencia, es familia, son raíces. La cocina es magia,
son aromas que vuelan, sonidos que invaden, sabores capaces de trasladarnos en
tiempo y espacio.
En
el arte me sumerjo naturalmente desde pequeña. En la casa de mis padres la
música, los libros, las pinturas, el cine, la fotografía, eran parte de cada
día. Comencé tomando clases de piano, de dibujo y aprendiendo a bailar folclore.
Me desempeñé más tarde como profesora de piano, las teclas me acompañaron desde
los seis años. También aprendí telar, una mixtura de culturas se iban
entretejiendo. Y cerca de los 30 comencé a estudiar pintura de manera más
comprometida.
Estudié,
estudié mucho. Participé de talleres, seminarios, clínicas, muestras, bienales,
observé, aprendí, crecí. Me sumergí completamente en el mundo de la pintura. La
pintura danzando con la poesía, con la fotografía, con el cine, con el dibujo o
la filosofía; pero siempre pintura. El color y la materia formando parte del
todo.
Como
pintora, me encuentro transitando sin mapa el camino incierto de la búsqueda
permanente, enfocada en volcar mi esencia a través de la materia, intentando
transmitir lo inefable que me habita.
Y paso
a paso se genera una simbiosis.
Muchas
veces, frente a una tela, me posiciono en la libertad que siento al cocinar.
Mezclando colores como si fueran sabores, buscando la cuota de picante, el
dulzor o la suavidad. Sin estructuras ni recetas, descubriendo a medida que
avanzo.
Otras,
frente a mi cacerola, siento que pinto un lienzo. Busco texturas y contrastes con
la espontaneidad que me libera de recetas, balanzas, medidas y termómetros. Hasta
lograr ese resultado que me sorprende y que sé, no se volverá a repetir. Porque
la cocina tiene el poder del momento, de la compañía, la influencia del estado
de ánimo.
Siempre
los artistas necesitamos de la mirada del otro para completarnos, para dar por
terminado nuestro trabajo. La mirada que interpela la tela y le da un
significado propio. La devolución gestual de un sabor que impacta muy adentro.
Cocinar para el otro es entregarse; pintar es develar parte de uno mismo,
soltar.
Voy
andando, entre sartenes y bastidores, disfrutando el camino paso a paso,
entendiendo que el objetivo es justamente ese, el camino.
Laura Portigliatti
Esta nota fue publicada en Revista Magnolia Cultura Slow edición de julio 2021.
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